Los padres tienen una gran responsabilidad a la hora de inculcar buenos hábitos de estilo de vida a nuestros hijos. Y esos hábitos pasan por que los niños aprendan a dormir, a convivir socialmente y sobretodo, a comer adecuadamente.
Enseñar a comer a un niño no es complicado, aunque a veces pueda parecerlo, sobre todo a los padres primerizos. La función del pediatra es animar a esos padres y ayudarles con las dudas que les puedan surgir. Cuando son pequeños, lo ideal es que los niños tomen el pecho ya que es el mejor alimento para ellos. En las ocasiones que no pueda darse el pecho, existen leches de fórmula que son capaces de producir una alimentación correcta para el niño.
Hay que acudir al pediatra para que diga cuando hay que empezar con la alimentación complementaria, como los zumos de frutas o las frutas que se pueden empezar a dar a partir de los 4 meses o papillas sin gluten. El gluten se debe esperar a los 7-8 meses para poder ser administrado. Después se pueden iniciar en la carne, el pescado, las verduras o las legumbres.
Entre la introducción de un nuevo alimento y la introducción de otro deben pasar unas 2 semanas; ya que en el caso de haber una intolerancia o alergia se podría detectar fácilmente.
Se debe dejar que el niño empiece a utilizar la cuchara aunque se manche. Poco a poco, el sistema nervioso del niño irá madurando y los movimientos serán más perfectos y armónicos. Nunca hay que reñir a un niño porque se mancha; hay que educarles en positivo y aplaudirles cuando lo hacen bien en lugar de castigarlos cuando lo hacen mal.
No es preocupante que un niño se quede un día sin cenar o sin comer; igual que los adultos, los niños no siempre tienen hambre. Muchas veces se trata de tener imaginación y de tratar que el niño coma de todo. El momento de la comida tiene que estar ligado a un momento de placer, de acompañamiento familiar y no puede ser un momento de tensión, según las recomendaciones del Profesor Alfonso Delgado, Presidente de la Asociación Española de Pediatría