Al sonar el timbre que a media mañana anuncia que el recreo comenzó, los niños se olvidan de los libros, salen al patio de la escuela hurgando en sus bolsillos en busca de monedas y pensando en lo que comprarán.
Cinco de cada diez eligen un dulce, cuatro compran además alguna fritura y dos una bebida con mucha azúcar. Entre los favoritos también están los antojitos preparados, casi siempre con mucho aceite, harina y crema. Sólo dos de cada 100 elegirá una fruta, probablemente con azúcar o crema chantilly, según contestaron 32 mil estudiantes de primaria a una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Nutrición (INN).
Al terminar las clases, al mediodía, con la disponibilidad de comida de alto contenido energético que ofrece la mayoría de las escuelas, habrán ingerido la mitad de las calorías recomendadas en una dieta saludable para todo un día.
En 10 o 20 años se darán cuenta de que la forma en que invirtieron el dinero de sus padres les ha dejado como saldo diabetes e hipertensión, además de mucha grasa acumulada en el cuerpo.
“Pero es lo que hay”, justifica Alejandra Mondragón, estudiante de primero de secundaria.
Y es cierto. El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) está por concluir el estudio más completo que se ha realizado sobre los alimentos que se venden en las cooperativas escolares incluye 12 ciudades del país y la doctora Margarita Safdie adelanta que, aunque hubo variaciones, ninguna serviría de ejemplo para una alimentación adecuada.
En la Ciudad de México predominan los antojitos y otras comidas preparadas, y en el resto del país la comida chatarra industrializada. Frutas, verduras y alimentos más saludables están presentes casi siempre, pero en menor proporción que el resto y casi nadie las elige.
En el poco tiempo que pasan los niños en la escuela, tienen hasta cinco oportunidades de comer lo que ellos quieran: a la puerta de la escuela, al recibir el desayuno que reparte el DIF (que generalmente incluye dulces, cereales con azúcar, pan industrializado, leche entera y endulzada), durante clases con lo que traen en la lonchera, a la hora del recreo y en los puestos de la salida.
El doctor Guillermo Meléndez, coordinador del programa de nutrición de la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud), explica que al entrar a la primaria el sobrepeso en niños se dispara. Entre los niños de uno a cinco años de edad la enfermedad afecta sólo a cinco por ciento, al entrar a primaria se incrementa a 25 por ciento, y para cuando se gradúen ya habrán llegado a 33 por ciento.
Aunque cerca de la mitad de las legislaturas estatales han aprobado leyes que prohíben o limitan la venta de productos con alto contenido energético, no existe a escala federal ninguna ley o autoridad que controle lo que se vende al interior de los planteles.
El reglamento de cooperativas escolares fue modificado por última vez en 1982, y no hay en él un solo párrafo que se refiera al tipo de alimentación que deberían ofrecer y regula sólo lo administrativo.
La Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la oficina de Comunicación Social, informó que no existe ningún reglamento que se encargue de regular las cooperativas, pero que se han hecho convenios con instituciones para fomentar la venta de comida saludable. El diario solicitó copias de los acuerdos, pero no fueron proporcionados.
Los estudios realizados por el INSP demostraron que el ambiente escolar, no sólo a la hora del recreo, invita a consumir en exceso alimentos no saludables e impide que las calorías que se consumen puedan ser gastadas por el organismo.
Si a ello se le suma el desayuno que tomaron por la mañana y el lunch que algunos llevan, al mediodía, al salir de las aulas, ya habrán ingerido mil 1159 calorías, 58 por ciento de lo que deberían en todo el día (dos mil).
Comprar calorías resulta barato. Por cada peso que llevan para gastar en el recreo y con el menú que se les ofrece pueden comprar entre 20 y 140 calorías, y cada niño lleva en promedio entre ocho y once pesos.
Una banderilla de salchicha, por ejemplo, cuesta dos pesos y proporciona 340 calorías; en cambio, un vaso con fruta del mismo precio proporciona sólo 33.
Con 15 pesos podrían completar la dieta recomendada para todo el día. De acuerdo con Meléndez, por cada cien calorías diarias un niño toma de más cada día las que contiene un trozo de pizza hawaina— acumula en un año un kilo o dos de sobrepeso.
Margarita Safdie y Guillermo Meléndez coinciden en que una oferta tan variada en las cooperativas es innecesaria. Si un niño desayuna en su casa a la hora del recreo no necesita más de 200 calorías.
Incluso, Meléndez asegura que las cooperativas podrían desaparecer sin afectar la nutrición de los niños, sino todo lo contrario. Calcula que un niño de ocho años necesita las calorías que contiene una porción de fruta pequeña.
Margarita Safdie opina que un lunch tradicional con agua simple, fruta y un sandwich, de preferencia sin mayonesa, no es el menú ideal, pero puede ser saludable.
En contraste con la alta disponibilidad de alimentos que proporcionan mucha energía a los escolares, hay pocas oportunidades para gastarla. El estudio del INSP demostró que la tercera parte del tiempo del recreo los niños están parados, una décima sentados, ocho por ciento del tiempo caminando y sólo tres por ciento de los 30 minutos que duran están más activos.
Hay restricciones de espacio, incluso se les multa por correr, “por razones de seguridad”, explicó el docto Juan Rivera, jefe del departamento de Nutrición del INSP.
“Se dedican a comer, los niños dan vuelta alrededor de los puestos de los vendedores, todas las actividades en esa media hora giran en torno a los alimentos y es un tiempo más para comer, que para el recreo
Publicado en ExOnline