Las vacunas han reducido sustancialmente, y en algunos casos han llegado a erradicar los riesgos de padecer enfermedades que anteriormente eran habituales en los niños. Cuando se alcanzan tasas de vacunación lo suficientemente altas, se produce inmunidad de rebaño para distintas enfermedades, que protege incluso a aquellos niños que no están vacunados lo que enfatiza el concepto del beneficio comunitario de las vacunas.
Sin embargo, la decisión de no vacunar a los niños terminaría con este beneficio. En algunos casos, las barreras socio-económicas, las cuestiones religiosas o personales, o la creencia de que las vacunas no son seguras y que tienen efectos negativos a largo plazo sobre la salud, llevan a los padres a tomar la decisión de no vacunar a sus hijos.
La vacunación también es menos probable entre aquellos padres que no están convencidos de los beneficios de las vacunas. Algunos padres creen que podrán proteger a sus hijos de la enfermedad sin la inmunización.
Otros creen que no hay riesgo de enfermedad justamente debido al éxito de la vacunación que ha logrado reducir la incidencia de la enfermedad. En períodos previos de movimientos antivacunas, estas concepciones habían sido ya manifestadas.
Algunos padres consideran que la vacunación es más riesgosa que la enfermedad y creen que se sentirían peor si su hijo resultase lastimado por su acción (recibir la vacuna) que por su no-acción (no recibir la vacuna).
Las preocupaciones públicas respecto a las vacunas no son nuevas. Desde tiempos pasados, ya se evidenció una gran resistencia a las vacunas más antiguas, como la vacuna contra la viruela en Inglaterra y la vacuna contra la polio en los Estados Unidos. Como resultado de esta disconformidad, en Inglaterra los padres lograron el derecho de rechazar la vacunación. Por otro lado, los activistas lucharon para obtener la vacuna acelular contra pertussis, con la que se vacuna rutinariamente en varios países.
A pesar de las mejoras en la seguridad de las vacunas, continua una cierta percepción global de que las vacunas son inseguras.
Algunas de estas percepciones estarían fundadas en evidencias que no están completamente comprendidas, de estudios con un número pequeño de muestras, no representativos que han sugerido que la vacuna triple viral (vacuna contra sarampión, paperas y rubéola) podría causar autismo.
Muchos estudios subsiguientes, que utilizaron métodos más rigurosos, no avalan esta afirmación, incluyendo un estudio epidemiológico a gran escala, con el poder estadístico de determinar incluso una relación mínima entre el autismo y la vacuna triple viral.
La investigación respecto a un posible vínculo entre las condiciones neurológicas y el tiomersal (un conservante utilizado en algunas vacunas) no ha mostrado una relación consistente y reproducible. Sin embargo en algunos casos la sensación negativa todavía persiste,
Hay varios tipos de publicidades negativas: las que involucran los eventos adversos entre aquellos niños que han recibido las vacunas, las opiniones desfavorables que suelen circular rápidamente por Internet, afectan a aquellos padres que tienen creencias anti-vacunas. Los padres que están a favor de las medicinas alternativas son menos propensos a vacunar a sus hijos. 1
Es sumamente importante concientizar a los padres sobre los beneficios de la vacunación y del valor de la vacunación de rutina. Con este objetivo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y el Centro de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) organizaron hacia finales de Abril de 2008 la Semana Nacional de la Inmunización Infantil (NIIW). Uno de los objetivos de esta reunión fue estimular a los padres a que se informen con sus profesionales de salud y pregunten acerca de los beneficios de las vacunas.
Actualmente hay vacunas que protegen a los niños contra 15 enfermedades distintas antes de los 2 años de edad. A pesar del incremento en las tasas de vacunación, en Estados Unidos, por ejemplo, el 20% de los niños de 2 años de edad no están completamente inmunizados contra enfermedades infecciosas a las que son especialmente vulnerables. "Los niños son más vulnerables a muchas más enfermedades que los niños mayores y los adultos.
Es asimismo relevante que los adultos completen sus calendarios de vacunación para mantenerse sanos y evitar, de este modo, el contagio a personas vulnerables, entre ellos, los niños", dijo la Dra. Schuchat (Directora del Centro Nacional de Inmunizaciones y Enfermedades Respiratorias).2
Si bien la vacunación ha reducido drásticamente la incidencia de diversas enfermedades prevenibles, éstas aún circulan en muchas partes del mundo incluyendo los Estados Unidos, donde se han reportado 64 casos de sarampión en lo que va del año.
Varios de estos casos ocurrieron en niños cuyos padres habían decidido no vacunarlos, ya sea por cuestiones religiosas, personales o por su corta edad. En el año 2005, se produjo la muerte de 311.000 niños menores de 5 años a causa de sarampión y esto es una fuerte evidencia de la importancia de la vacunación en niños y en adultos para la protección contra esta enfermedad.3
La prevención de las enfermedades es clave para la salud pública. Siempre es mejor prevenir una enfermedad que tratarla médicamente. Las vacunas previenen enfermedades en aquellas personas que las reciben y protegen a los individuos no vacunados que se relacionan directamente con ellos.
Las vacunas han permitido el control de varias enfermedades infecciosas (entre las que se encuentran: polio, sarampión, difteria, pertussis, paperas, tétanos y Haemophilus influenzae tipo b) y salvan vidas. La evidencia clara de que la vacunación cumple un rol fundamental en la salud pública se observa a través del análisis del siguiente cuadro que muestra la disminución significativa de las enfermedades durante el siglo XX
(Fuente: CDC, MMWR 1998, 48 (12) y MMMWR 2003, 52 (31)).